La muerte y nuestros fantasmas

1 noviembre, 2025
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Un texto de Psic. Velyvé López Medina.

La muerte es un proceso natural por el que todos los seres humanos pasamos. A lo largo de nuestras vidas, descubrimos que no sólo las personas mayores mueren; también partimos en distintos momentos del ciclo de vida.

Reconocer esto puede generar miedo, tristeza, ansiedad o estrés, porque nos confronta con lo desconocido.

La muerte no es mala, aunque muchas veces la percibimos así. Es el cierre de nuestro ciclo en la tierra.

Perder a un ser querido duele profundamente, pero también es una experiencia universal: a todos nos llega en algún momento…

El miedo forma parte de nuestra vida, nos protege y nos permite reconocer los límites de lo que no comprendemos. A veces tememos a la muerte o a lo desconocido porque nos recuerda nuestra fragilidad; pero cuando aprendemos a ver a ese miedo con compasión, podemos transformarlo en una oportunidad para valorar la vida y los vínculos que aún permanecen.

Vivir con esos fantasmas, con el enojo, la frustración, la negación o el despertar, deseando que todo sea sólo un sueño, forma parte del duelo. Es el proceso de aprender a convivir con lo que ya no está físicamente, pero sigue teniendo un lugar en nuestra memoria y en nuestro corazón.

No todas las personas logramos procesar la pérdida de la misma manera. A veces nos cuesta aceptarla, pero es importante buscar estrategias o, si es necesario, apoyo profesional para poder sanar.

Acompañar a alguien en duelo no siempre significa tener las palabras correctas. A veces basta con escuchar, con estar presente o con respetar el silencio del otro. El acompañamiento también puede ser recordarle que no tiene que hacerlo todo solo, que pedir ayuda es un acto de amor propio.

Se acerca el Día de Muertos, y con él, se mueven muchas emociones. Conectar con el recuerdo, prender una vela, poner un altar o decidir no hacerlo, también es parte de ese proceso. Cada gesto puede ser una forma de agradecer, de cerrar un ciclo o de darle un lugar especial a quien amamos.

Plantar un árbol, escribir una carta o encender una vela son formas simbólicas de honrar a quienes ya no están, y de recordarnos que el amor no se termina con la muerte: se transforma.

En estas fechas, más que temer a la muerte, podemos aprender a reconciliarnos con ella, porque mientras recordamos, amamos y hablamos de quienes ya partieron, siguen habitando en nosotros.

Acompañar el recuerdo también es una forma de seguir amando.

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