Es común pensar: “cuando gane más seré más feliz”, “ese coche último modelo me haría muy feliz”, “si tuviera ese celular de moda mi vida sería mejor”. Pero, ¿cuál es realmente el papel del dinero en la construcción de la felicidad? ¿Puede, por sí mismo, otorgarla?
Un estudio realizado por el Premio Nobel de Economía 2002, Daniel Kahneman, concluyó que el bienestar emocional aumenta con los ingresos hasta cierto monto; más allá de ese umbral, la felicidad diaria no se modifica significativamente con más dinero.
“El dinero puede seguir comprando felicidad para quienes ya son felices, pero entre los más infelices, sólo ayuda a evitar la infelicidad hasta cierto punto”, señalan las conclusiones del análisis.
María José Codesal Arriaga, coach en finanzas personales, coincide en que con mayores ingresos sí cambia el sentido de la vida, pues las personas tienden a usar el dinero de otras maneras, como a través de fundaciones o gastos sociales, lo que genera mayor satisfacción.
Agrega que el dinero también ayuda a reducir el sufrimiento, aportando tranquilidad y paz. “Puedes abrir puertas asociadas a la felicidad, como pagar la salud, vivir en espacios más seguros o en entornos sociales más tranquilos, lo que se traduce en bienestar general”.