8M: Lo que no se nombra, no existe: Velyvé L. Medina.

7 marzo, 2025
3 minutos de lectura
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Hablar de feminismo siempre es controversial. A algunas personas les incomoda, otras minimizan su importancia, y muchas ni siquiera se detienen a reflexionar sobre por qué es necesario. Pero cada año, cuando se acerca el #8M, me parece fundamental traer el tema a la conversación, visibilizarlo y recordar por qué seguimos expresándonos y marchando.

Lo que no se nombra no existe.

Cuando comencé a estudiar Psicología, mi enfoque estaba en el Psicoanálisis. Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de algo: la mayoría de los autores que estudiábamos eran hombres. Claro, se mencionaban a mujeres como Mary Whiton Calkins, Anna Freud, Laura Perls, Melanie Klein o Karen Horney, pero parecía que sus aportes no recibían el mismo reconocimiento que el de otros psicólogos.

Después, en mi vida profesional, trabajé con mujeres víctimas de violencia. Fue un parteaguas. Sabía lo que era la violencia de género, pero verla tan de cerca fue otra cosa. Escuchar sus historias, acompañarlas en su proceso y tratar de brindarles herramientas para reconstruirse fue una experiencia que me marcó. Tuve que llevar mi propio proceso terapéutico porque la carga emocional era fuerte, pero al mismo tiempo, me hizo entender la magnitud del problema.

Fue ahí cuando el #8M dejó de ser sólo una fecha y se convirtió en un recordatorio de todo lo que aún falta por cambiar. Empecé a leer y a escuchar a mujeres feministas que hablaban sobre la violencia de género, sus efectos psicológicos y la importancia del activismo. Y entonces, todo cobró sentido: la marcha, los movimientos, las exigencias. Porque cuando vives de cerca las historias de mujeres que han sido violentadas, abusadas o asesinadas, frases como “esas no son formas” pierden todo significado.

El 8M no es una moda.

Conforme he crecido, tanto personal como profesionalmente, he entendido mejor la importancia de las marchas. Sin embargo, me cuesta comprender cómo hay personas que las ven como una moda o algo pasajero. No es una tendencia, no es un capricho, es nuestra forma de gritarle al mundo que la violencia que vivimos no es normal.

Ser mujer en este mundo es vivir con miedo. Es recibir advertencias desde niñas sobre cómo debemos vestirnos, con quién hablar y cómo actuar para no “provocar” algo. Es conocer casos de mujeres que fueron violentadas y notar que, muchas veces, la reacción de la sociedad es buscar qué hicieron “mal” en lugar de cuestionar al agresor. Es saber que hay asesinatos con un nivel de saña que deja claro que no se trata de crímenes comunes, sino de odio hacia las mujeres.

Cuando marchamos el 8 de marzo, no lo hacemos por gusto. Lo hacemos porque muchas ya no están. Porque queremos un mundo donde ser mujer no sea un peligro.

¿Y los hombres? Las nuevas masculinidades.

Cada vez que se habla de feminismo, surge la pregunta: ¿y los hombres? Sí, los hombres también pueden ser víctimas de violencia, pero no de la misma forma ni con la misma frecuencia que las mujeres. A los hombres no los matan por ser hombres. No viven con el miedo constante de ser acosados, violados o asesinados sólo por existir.

Hablar de nuevas masculinidades es necesario, pero no podemos usarlo como una forma de desviar la conversación. Es importante que los hombres cuestionen las conductas que han normalizado, que asuman su responsabilidad y que entiendan que el hogar y la crianza no son ayuda, sino corresponsabilidad.

Por eso el #8M es clave: no sólo nos recuerda lo que falta por hacer, sino que también es una invitación a replantearnos cómo queremos que sean las relaciones entre hombres y mujeres en el futuro.

Leer mujeres, escuchar mujeres, visibilizar mujeres.

En los últimos meses he tratado de consumir más contenido creado por mujeres: escucho podcasts como “Romina Sacre”, “Somos Ellas”, “Se regalan dudas”, Saskia Niño de Rivera y “Cuarto para las cuatro”; leo autoras como Dahlia de la Cerda, Agustina Bazterrica, Anamar Orihuela y Cho Nam-Joo. Ha sido una experiencia enriquecedora que me ha llevado a analizar las cosas desde una perspectiva diferente.

Es impresionante cómo cambia la mirada cuando lees, escuchas y ves a mujeres que narran nuestras realidades desde su propia voz.

Porque de eso también se trata el #8M: de visibilizarnos, de reconocer el trabajo y la lucha de tantas mujeres antes que nosotras, de abrir espacios para que nuestras voces sean escuchadas.

El #8M no es sólo un día, es una lucha de todos los días. Y mientras la violencia siga existiendo, seguiremos marchando.

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